Despega que te espero al otro lado

Los músicos se dieron cuenta antes que nosotros de que debían incluir en la canción un declive evidente, que seguido de un silencio temporal y sostenido, precedía al estallido del último estribillo.

No nos gustan las despedidas. Nos agarramos torpédicos a segundas oportunidades que son un epílogo de un libro que ya leímos. Digo torpédicos porque tropezamos con mismos pensamientos, llevando unos cordones desatados adrede por la razón. Ya que, igual que usamos un antifaz para poder dormir cuando hay sol, hay veces que también queremos usarlo para vivir cuando está oscuro.

Hay un “sin embargo”. Un sin embargo que es aliado no del bando ganador, sino del bando que no participa en la batalla. Un alto al fuego y una bandera blanca sin manchas de pensamientos contrarios. ¿Qué quiero decir con esto? Que para poder avanzar no es necesario hacer mala publicidad de las ruedas que solías usar en tu coche. Hay ruedas que patinan, y cuando llevas en la carrocería no eres consciente de que elegiste mal. Creerás que es el clima del día, pero no te dará por pensar que quizás no se ajustaban a tu vehículo.

No nos gusta equivocarnos, y aún mareados vamos a seguir agarrados al tiovivo, anclados a una velocidad que solo nos hace girar en la sin salida de los círculos. Un pie en el suelo nos haría salir disparados hacia la cordura, y ese pie suelen ser los amigos y familiares, que no tienen fuerza sin embargo para devolvernos a la ficticia gravedad que da estabilidad y sentido a nuestro día a día. Ya que muchas veces compadecemos causas que sabemos perdidas. Sentimos que el dolor de la caída será mayor que el de la recompensa, y por ello nos mantenemos estáticos e impávidos ante una felicidad improductiva, que ni crece ni se transforma.

Hay ocasiones en la que nos queremos poco —no siendo siquiera conscientes—, y por ello convivimos con situaciones que no son de nuestra talla. Que nos asfixian, nos incomodan o nos limitan, que no nos permiten estar cómodos o sentirnos mejor. Por ello bebemos a veces de lagunas vacías, ignorando que siempre vuelve a llover.

Lo peor ocurre; un despido, una discusión, un traslado… y en el común del cambio ocurre que, junto al tiempo, comprobaremos si nuestra situación nos pertenecía o nunca lo hizo. Si era aquella circunstancia por la que merecía esperar o mantenemos con lo único que poseemos: el único disparo que es la vida. Impacientes, no seamos impacientes, ya que el coraje depende de nosotros, y en ocasiones, necesita de un poco de perspectiva, de alejarnos de malgastar fuerzas en asuntos equivocados.

Algo que ya sabemos es que la decisión libre descansa en la pérdida. Pues cuando ya no tienes algo, sabrás si lo estabas eligiendo.

Escribo este texto para dormidos y sonámbulos. Por expresar que el despertar está exclusivamente en nosotros, en la decisión de poner fin a un duermevela. Con los ojos abiertos se ven más cosas que si nos empeñamos en cerrarlos.

Confiésate, ¿eres del todo feliz? Si la respuesta no es: creía que no lo podría ser tanto —con la mesura y la humildad de quien sabe valorar lo que tiene—, quizás sea el momento de despegar.

Despega que yo te espero al otro lado.

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